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LA Roda

El microcosmos que se reproduce en la rueda de capoeira genera infinitas posibilidades de creación. 

En ese sentido,  creemos que todo capoeirista manifiesta dentro de ella, en cuerpo y juego, una energía tan singular y múltiple que traduce en él los ecos de los/sus ancestros, y la inminencia del presente, su yo indivisible, su experiencia particular. 

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LA RODA: consideraciones para una manifestación

  • Foto del escritor: La rueda
    La rueda
  • 14 ago 2018
  • 5 Min. de lectura

Para que el cuerpo sea libre es preciso que la mente sea libre. Quiero ver en el alumno lo que aún no he visto: creatividad, teatro, espontaneidad. Libre. Quiero ver un espectáculo, un show, brincadeira, divertimento….sabiduría.

Mestre Jaime de Mare Grande



Toda roda de capoeira consagra con su ritual el lugar donde se sitúa. Así un aparente círculo encierra una carga de energía y de espíritu, de cuerpos en movimiento y música que logran abrir una ventana a expresiones que van desde la espontaneidad teatral de los cuerpos en juego a la lucha, y de allí hasta la marca espiritual de lo que algunos llaman trance capoeriano.



Este fenómeno de consagración [1] en la roda es posible por el carácter ritual que la caracteriza. Una roda de capoeira precisa un orden: que va desde la articulación de la batería de instrumentos hasta el rol que juegan cada uno de sus participantes, que oscilan entre el carácter objetivo y el subjetivo, entre lo individual y lo colectivo. La roda, entonces, es un hecho tanto individual, porque cada quien asume un espacio y una postura dentro; como colectivo, pues la suma de cada una de esas individualidades o subjetividades la configuran. Y es el orden del ritual lo que mantiene su equilibrio. La roda funciona y se codifica mediante códigos que no son más que señales, signos y símbolos que articulados de una manera particular determinan lo que algunos de nosotros llamamos “fundamentos”. Además de este conjunto de signos y símbolos, existe una carga inconsciente, por así decir, de posturas o situaciones “humanas”, una y mil veces articuladas por los cuerpos, que toman parte en cada juego y que permiten vincular todo lo sucedido en la roda -su fundamento y su orden- con cada experiencia de vida particular. Es así como el orden regulador dentro de nuestras rodas de capoeira tiene por un lado una carga fundamental o fundamento alimentada por su imaginario propio (la cultura africana y brasileña, digamos) y por otro lado una carga mucho más subjetiva signada por la experiencia vital de cada individuo y que está determinada por su imaginario vital y local, sus valores, su sentido común, sus modales y hasta su educación.


Teniendo más o menos claro esto, podemos decir que la roda de capoeira sucede en dos órdenes: el orden tradicional (no nos referimos a linajes o estilos) que “regula” las formas mecánicas de la puesta en escena del ritual (cómo salir, cómo entrar, las llamadas, la batería, los cantos, el orden de los instrumentos, las compras, etc) y un orden “otro” al que podríamos llamar orden orgánico que sería todo lo que la comunidad de capoeristas le suma a la roda y que no precisamente se adecúa ni se contrapone al orden tradicional, estaríamos hablando de cantos de autoría, situaciones espontáneas, orden alternativo de instrumentos por falta de participantes, troca de cantos y hasta la inclusión de uno que otro instrumento considerado de uso no tradicional; todo esto bajo el ala del sentido común y los fundamentos con sus códigos.



El orden orgánico dentro de la roda supone todo lo referente a la forma de llevar a cabo particular de cada uno de los colectivos que se dispongan a hacerla sin violentar la sustancia del orden tradicional o por lo menos estando en conciencia de él[2]. Es así como ligeros cambios se suceden en distintas escuelas con órdenes particulares.


Entonces, ¿cómo comprendemos nuestra roda desde este punto de vista? En mi opinión, sustentada por la práctica y la manifestación, considero que hemos establecido un orden orgánico propio que dialoga enteramente con el orden tradicional. ¿Debemos afianzarlo? Sí, es necesario concientizar de qué manera se manifiesta ese orden orgánico en nuestras rodas, qué toma en cuenta y qué formas adopta. ¿Está en diálogo franco con la tradición? Pues, sí, porque toma en cuenta la disposición de tiempo y el número de participantes para articularse; a nivel de batería no teme funcionar con los instrumentos y los tocadores justos y a la mano, es decir, adopta la forma del recipiente que la contenga (tan dócil e irreverente como el agua), pero ¿dialoga con una tradición tanto nuestra como brasileña, suramericana, caribeña y más aún caraqueña? esto aún queda por responder, aunque lo más sensato es afirmar que lo hará a medida en que seamos conscientes de los pequeños y sutiles aportes que a lo largo de estos años hemos venido sumando a la capoeira como manifestación.



Sin embargo, no todas son flores. En mi opinión, considero que este orden orgánico particular y la sucesión de nuestras rodas a lo largo de estos años ha hecho de nuestras prácticas una fórmula y de nuestro orden algo muy parecido a un libreto. Pienso que se debe redimensionar la roda, ya que nuestra visión particular, nuestro orden orgánico se ha transfigurado en margen, en límite ¿qué tanto nos permitimos más allá de los horarios (máximo hora y media por roda)? ¿qué tan espontánea puede llegar a ser nuestra roda? ¿es realmente fruto de la espontaneidad? ¿debería serlo? Con respecto a lo primero considero que, en algunos casos, la roda es tomada como un requisito y no como un hecho, es decir, su importancia radica en su ejecución como una faceta de la formación de los jugadores y no como el hecho popular de reunión, intercambio y encuentro que pasa por el divertimento, la danza y la lucha como un todo lúdico. En cuanto a la espontaneidad, a veces somos presas de la norma y se ahonda en la reproducción de patrones. Esto como producto de una posible malinterpretación del orden, lo que termina transformando el fundamento original en normas particulares que reproducimos; y aquí citamos a Mestre Jaime de Mare Grande cuando dice: “La patronización del movimiento es la prisión del pensamiento. Ser libre es pensar y moverse libremente [...] y hablando de tradición, quien está dentro del patrón está fuera de la tradición”[3]. Resulta entonces que al cambiar el fundamento por la norma pobremente fundamentada, solemos apresar la espontaneidad en la roda y limitar su expresión libre a la simple reproducción, lo que resta creatividad, teatro, espectáculo, libertad, divertimento, pero sobre todo sabiduría.


Oswaldo Flores, mayo de 2018.

[1] Al referirnos aquí a la consagración no lo hacemos precisamente en un sentido religioso. No en el sentido de ofrendar culto a dios algunos, aunque cada capoerista podría hacerlo según su creencia. Tampoco para otorgar gracia divina alguna a la manifestación. Al hablar de consagrar hacemos referencia al hecho de dedicar una energía o un esmero particular a lo que se realiza y otorgar esa misma energía al espacio en donde lo realizamos. En ese sentido, consagrar se refiere, en este caso, a la atención (cúmulo de energías y su fujo) que recibe el lugar donde se realiza la roda y que sirve de contexto para que todo lo que ella implica se libere.


[2] Casos como este abundan en el panorama capoeristico brasileño de la mano de grandes maestros. Por citar un par de ejemplos: la inclusión de tumbadoras a la roda por Mestre Ananias y la inclusión del triángulo en rodas de Mestre Dunga.


[3] La cita puede encontrarse en el video Ser Capuera. En la sección Juego de Voces del blog.

 
 
 

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