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LA Roda

El microcosmos que se reproduce en la rueda de capoeira genera infinitas posibilidades de creación. 

En ese sentido,  creemos que todo capoeirista manifiesta dentro de ella, en cuerpo y juego, una energía tan singular y múltiple que traduce en él los ecos de los/sus ancestros, y la inminencia del presente, su yo indivisible, su experiencia particular. 

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Capoeira, arte criolla Parte I Por Matthias Röhrig Assunção

  • Foto del escritor: La rueda
    La rueda
  • 30 may 2018
  • 8 Min. de lectura


Una construcción histórica


La narrativa nacionalista sobre la historia de la capoeira predominó en la sociedad brasileña durante el siglo XX, y aún hoy día prevalece. Cuando comencé a entrenar capoeira, en 1980, los profesores explicaban a los estudiantes cómo la capoeira fue inventada por los esclavos en las senzalas y los quilombos. Daban una serie de explicaciones sobre la historia del arte, insistiendo en que no existía nada semejante en ningún lugar del mundo. Yo era apenas un practicante sin interés académico por la capoeira, pero como historiador trabajando sobre la esclavitud en el Brasil, encontraba esas explicaciones cada vez menos convincentes. Nos decían, por ejemplo, que los esclavos usaban los pies para golpear porque sus manos estaban atadas, y que la capoeira asumió características de danza para angañar a los señores[1].

Es importante señalar que la narrativa que edifica a la capoeira como genuinamente brasileña se basa en una tradición discursiva que se remonta al siglo XIX. Las historias contadas por los maestros y los textos escritos por los académicos e intelectuales no son mundos diferentes, pero entretejen complejas relaciones de influencia mutua que anteceden a la constitución de un campo académico propio, de estudios sobre capoeira, a partir de la década de 1980, cuando las primeras disertaciones y tesis dedicadas a ese tema fueron presentadas en varias disciplinas y universidades.


Mucho antes de la era del internet, circulaban entre los capoeristas algunos libros y artículos, junto con unos pocos LPs de capoeira grabados hasta 1980. Los textos generalamente eran fotocopias, o fotocopias de fotocopias, casi ilegibles, y a veces de autoría incierta. Por esa vía algunas historias sobre el origen de la capoeira eran no solamente repetidas, sino reproducidas literalmente, usando las mismas expresiones. El mejor ejemplo es el texto de Annibal Burlamaqui (1928, p. 11-12). Repitiendo argumentos ya tratados por autores como Mello Moraes Filho ([1ª ed. 1888]1979), quien afirmara, en 1928, que los quilombolas desenvolvieron el arte en contacto íntimo con la naturaleza, “semejándose a los animales”, desenvolviendo “un juego extraño de brazos y piernas, cabeza y tronco, con tal agilidad y violencia, capaz de darles una superioridad estupenda [sobre los capataces]”. La frase se hizo muy conocida, y fue repetida infinidades de veces por generaciones enteras de capoeristas y autores (muchas veces sin citar la fuente). Creo que debemos dar a Burlamaqui el crédito de haber forjado el mito poderoso de que los quilombolas inventaron la capoeira en el interior.

Los folcloristas e intelectuales que escribieron sobre capoeira, desde finales del siglo XIX, recolectaron información de los propios capoeristas, siguiendo el ejemplo de Mello Moraes (1979). Otros eran practicantes, como Burlamaqui, Coelho Neto, y Raul Pederneiras (Moura, 2009). El primer texto en darnos una visión del mundo del “capoeiragem”, y de las “maltas cariocas”, fue escrito por el poeta portugués Plácido de Abreu (1886), quien fue practicante al final del imperio.


Así, un conjunto de autores, escritores, periodistas y políticos directamente interesados en esa versión elaboraron una narrativa que construyó edificó a la capoeira como un arte genuinamente brasileño. El interés creciente de los militares, que estaban procurando, desde finales del siglo XX, una gimnasia (más un método de ejercicio) brasileña para enseñar a los reclutas, contribuyó aún más a fortalecer la idea de la capoeira como un arte nacional. El impacto de esa narrativa es visible, por ejemplo, en el amplio uso de los símbolos nacionales (la bandera, los colores verde, amarillo y azul) en el universo de la capoeira hasta hoy.

La narrativa que enfatiza la contribución africana en la formación de la capoeira también tiene una larga tradición, comenzando por los propios africanos esclavos en tierras brasileñas. No disponemos, sin embargo, de testimonios directos al respecto tomados del siglo XIX. Pero Manuel Querino ([1916], 1946) ya señala, a principios del siglo XX, que el arte era asociada a los angolanos en Bahía. Los capoeirstas baianos se refieren a ella como “brinquedo de Angola” (juego de Angola). Según la tradición oral, el maestro de Pastinha, Benedito, fue angolano. Luanda también es recordada por algunas canciones de capoeira. Sin embargo, ni en los “fundamentos” del arte ni en la historia oral se nos ofrecen más detalles sobre los orígenes angolanos, como lo hacen, por ejemplo, las naciones del candomblé.

Edison Carneiro y Artur Ramos fueron los pioneros en tratar de entender cómo la capoeira se vincula a prácticas africanas anteriores. A partir de la lectura de fuentes portuguesas sobre África, Ramos (1954, p. 121) centró su atención en las danzas de guerra, caza y pesca, y los ritos de iniciación congo-angolanos introducidas por los esclavos en el Brasil. Cita, en particular a la cufuinha “danza guerrera” practicada en el imperio de Lunda en el siglo XIX. Édison Carneiro concluyé el pensamiento de su amigo al escribirle, en enero de 1936: “Pienso encontrar un origen remoto de la capoeira en la cufuinha de Lunda que usted [Artur Ramos] cita en “Folclore negro de Brasil” (Olieira & Lima, 1987, p. 89).


Sin embargo, tanto Carneiro como Ramos consideraban que varias manifestaciones africanas contribuían a la fromación de la capoeira. Además, en ese primer discurso académico afrocéntrico, los orígenes angolanos eran vistos, en palabras de Carneiro, como remotos[1].


La tesis de que la capoeira deriva directamente de un único juego de combate angolano, llamado N´golo, es relativamente nueva. Fue abrazada por primera vez por el pintor Albano Neves y Sousa (1921-1995), quien nación en Portugal, pero creció y vivió hasta 1975 en Luanda. Durante las décadas de 1950-1960, viajó mucho por el interior de Angola, diseñando y pintando paisajes y personas. Muchos de sus trabajos constituyen una fuente etnográfica preciosa para una época de la que hay muy pocos registros.


Neves y Sousa fueron a Brasil en la década de 1960, y visitó las escuelas de capoeira de Bimba y Pastinha. Él quedó impresionado por las semejanzas entre la capoeira y un juego de combate que había visto y retratado en el sur de Angola, el “n'golo”[1].



« N'golo ». Aquarela de Albando Neves e Sousa, 1955-56 (© Maria Luisa Neves e Sousa).

Como su objetivo era probar, a través de su arte, que Angola era la “madre de Brasil”, concluyó que el n'golo era el ancestro de la capoeira (1972, p. 57). Consiguió convencer no solamente a Mestre Pastinha, sino también al eminente folclorista Luís da Câmara Cascudo, quien propagó esa teoría en sus escritos (1976, p. 182-87, p. 243.)


La tesis del engolo fue adoptada de manera más amplias por los practicantes de la capoeira angola, el estilo tradicionalista codificado por maestros como Pastinha, que resurgió a partir de la década del 90. Provee argumentos contra la tesis nacionalista, defendidad por los adeptos al estilo regional, para entonces hegemónico, de que la capoeira era genuinamente nacional y que no existía nada parecido en el mundo.


Ese enfoque fue adoptado al mismo tiempo por capoerístas y académicos afro-céntricos en los Estados Unidos, que estaban iniciando un intercambio importante con los angoleros baianos, contribuyendo inclusive a esa versión sobre los orígenes. La historia del engolo, o de la danza de cebra, dio visibilidad a la africanidad de la capoeira. Ahí su gran mérito, pues permitió construir una alternativa poderasa ante la narrativa nacionalista que se negaba a cualquier contribución africana.


Por otro lado, es notable como la política identitaria norteamericana, y, en grado menor la brasileña, ha orientado esa revalorización del proceso formativo de la capoeira, al punto de negar la historicidad del arte y defernder visiones bastantes esencialistas y fundamentalistas. Pero, ¿Hasta qué punto la teoría de un origen africano específico, o sea la tesis monogenista, tiene el respaldo de las fuentes y está de acuerdo con las interpretaciones recientes de la historia del Atlántico Negro?

[1] Para más detalles sobre los mitos del origen de la capoeira, ver Assunção (2005, p. 5-9).

[2] “Se le da el nombre de capoeira a un juego de destreza que tiene sus orígenes remotos en Angola”. Édison Carneiro (1975, p. ?*).

[3] Aquarela de Albando Neves e Sousa, 1955-56 (© Maria Luisa Neves e Sousa)

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